sâmbătă, 18 iunie 2011

Rumania: el pais de Drácula



Italia y Rumanía en Europa

Rumania

La ideal posición geográfica de Rumania - que se encuentra a medio camino entre el PoIo Norte y el Ecuador y cuenta, pues, con un clima templado continental -, más la distribución armoniosa de su relieve - un 31% montañas, un 36% colinas y mesetas y un 33% llanuras - motivan un panorama que se despliega desde el 0 m de la Costa del Mar Negro hasta los 2.544 metros de altitud del pico Moldoveanu en los montes Fagaras, así como la presencia de innumerables monumentos naturales.
El territorio nacional, cubierto total o parcialmente por aguas marinas en el paleozoico inferior, encierra en la actualidad depósitos fosilíferos, montes de orogénesis herciniana (Macin, de hace 400 millones de años), circos glaciales y glaciares, la cadena más larga de montes volcánicos de Europa (Oas-Harghita) y la tierra más joven del continente (el Delta del Danubio).

Los monumentos de la naturaleza, protegidos instintiva y empíricamente a lo largo de los siglos, centraron la atención y el interés de los científicos en los primeros años de este siglo.

Como resultado de las leyes y medidas adoptadas al respecto, los Parques Nacionales de los Montes Retezat y Pietrosul Mare y la reserva de Rowca-Letea del Delta del Danubio fueron galardonados con diplomas de honor. Por otra parte, el proyecto internacional Hombre - Biosfera contiene medidas especiales de protección del Delta.

Los primeros signos de vida humana en el territorio rumano actual se encontraron en los Cárpatos y data de aproximadamente 600 000 a.C.
Aunque existieron colonias griegas a orillas del Mar Negro desde el siglo VI a.C., la primera formación estatal centralizada fue la de los dacos, un pueblo de la genealogía de los tracos.

La civilización dacica llegó a su cumbre bajo la dirección de Decebal, en el primer siglo a.D., pero éste fue vencido por la legiones del emperador romano Traianus, en 106. Siguió la colonización romana y los matrimonios mixtos y la nueva población se cristianizó.
En 271 las legiones romanas se retrajeron y siguieron mil años de invasiones esporádicas de poblaciones vagantes; vinieron después varios siglos de invasión turca y rusa. A pesar de éstos, la civilización daco-romana y la herencia latina sobrevivieron.

La primera atestación documental del pueblo rumano se hizo en las acercas del año 1160 y poco después, Tara Româneasca (Valachia) y Moldova (Moldavia) se constituyeron en principados.
Varios príncipes que condujeron los reinos consiguieron parar la invasión otománica, sobre todo Mircea cel Batrân (el Viejo), Vlad Tepes y Stefan cel Mare (el Grande). Éste construyó unos cincuenta monasterios y fundó la cultura moldava.

En el siglo XVI, Mihai Viteazul (el Valiente) unió estos dos principados con Transilvania y rechazó a los turcos. Desde muchos puntos de vista, los siglos XV y XVI representaron una época de gloria en el desarrollo de la arquitectura y de las artes.
Con la muerte de Mihai Viteazul en 1601 siguieron dos siglos y medio de conflictos, cuando la conciencia nacional de los rumanos se volvió más fuerte.

En 1859, los dos principados, Tara Româneasca y Moldova, se unieron bajo el nombre de Rumania. El nuevo estado se convirtió en monarquía en 1881, pero sólo a partir de 1918 tuvo lugar la unión de los tres principados rumanos, con la anexión de Transilvania.
Después de 1945, los soviéticos obligaron al rey de abdicar e impusieron el régimen comunista. La revolución de 1989 repuso a Rumania entre las democracias europeas.

En diciembre de 1989, Rumania volvió a ser una nación libre. El país está listo ahora a acoger turistas de todo el mundo que gocen de su magnífica y diversificada tradición cultural, de lo pintoresco de los paisajes y de las posibilidades de pasatiempo.

Puede ir caminando a lugares todavía desconocidos, donde los ríos tienen agua cristalina, o puede explorar en barco los 5 640 km2 de tierra salvaje del delta del Danubio. De esta superficie total, 4 340 km2 son en territorio rumano. Aquí puede admirar pelícanos y otras especies de aves en vía de extinción, por islas flotantes cubiertas de chamiza.

En primer lugar, el nombre mismo des país, Rumania, nos recuerda que la civilización de Roma tuvo una influencia decisiva en su evolución y que muchos monumentos datan de aquél período.

Puede admirar también las fortalezas medievales, monasterios construidos en estilo bizantino con pinturas murallas exteriores y casas paisanas decoradas en función del específico de cada región , y el castillo de Drácula no es más que uno de los muchos castillos y palacios impresionantes para ver.

Rumania está situada en una encrucijada de vías europeas, que la hacen fácilmente accesible tanto desde el Norte, como desde el Sur, el Oeste o el Este. Vías férreas y carreteras transeuropeas, así como vías acuáticas (fluviales y marítimas), la unen a cada rincón del continente europeo. El relieve, formado de manera armoniosa por zonas de montaña, colinas, mesetas y llanuras, ofrece a este país una configuración ideal para el turismo.

Fortalezas y castillos (en Râs,nov, Bran, Hunedoara, Sinaia, Suceava, Neamt,, Alba lulia, Sigihs,oara, Histria y otros lugares) representan un verdadero libro de historia, las ferias, los jardines botánicos, las reservas de la naturaleza, así como las numerosas aldeas turísticas. Rumania tiene muchas construcciones de gran interés para sus visitantes, tanto antiguas como modernas. Entre estos monumentos, una nota peculiar la representan las famosas iglesias de frescos exteriores del Norte de Moldavia. Según la opinión unánime de los especialistas, Vorenet,, humor, Sucevit,a, Moldovit,a y Arbore son obras maestras de una civilización refinada, única en el mundo. La Manzana de Oro, premio de la Federación internacional de periodistas y escritores del turismo (adjunta a la UNESCO), ha recompensado estos valores.

Una joya que pocos conocen

Hay muchas razones por la cual hacer un viaje a este destino fascinante, por ejemplo: la búsqueda de lo desconocido y, subsiguiente y consecuentemente, el encuentro –como dijo Baudelaire– con lo nuevo o –a la manera de Machado– con las buenas y discretas cosas que, de puro sabidas, de puro olvidadas, vuelven a parecernos nuevas. Nadie olvide que la larga pesadilla comunista congeló y, por lo tanto, evitó la putrefacción tecnológica, financiera, moral, desarrollista, consumista, turística, mediática e informática del mundo sometido al american way of life. No hay mal que por bien no venga de casi todos los usos, costumbres, casos, cosas, edificios y paisajes de Rumania. El país está, pues, prácticamente intacto.

Otra excelente razón son las buenas gentes, buenas de verdad, que lo son, en su mayoría, del campo. Esto es: del orbe y no de la urbe, y cuando no lo son, con las inevitables excepciones, lo parecen. Lo parecen por su inocencia, por su cortesía, por su simpatía, por la ilusión con la que encaran su incierto futuro y por las ganas de agradar. Sólo en Bucarest tropezará a veces –no muchas– el viajero con los pícaros, trapisondistas, truhanes, rufianes y pedigüeños que en días como éstos suelen amargar la vida de los forasteros.

La observación vale también, ya dentro de la ciudad, para los llamados «taxis independientes», cuyo taxímetro corre a velocidad de gacela perseguida por un guepardo en la sabana del Serengeti. Lo mejor para no convertirse en víctima de tamaño expolio es acudir al no muy airoso recurso del teléfono. Por otro lado, es la asombrosa (y, a menudo, conflictiva) mezcla de etnias, cuando no de razas, y consecuentemente de culturas, de mentalidades, de formas de vida... Húngaros, rusos, turcos, serbios, croatas, alemanes, ucranianos, gitanos (más o menos irredentos) y, por supuesto, rumanos bullen y a veces, incluso, hierven en el interior de una olla exprés cuyo principal, aunque en modo alguno unánime ingrediente, es la latinidad, poderosamente sentida y esgrimida por la mayoría dominante. Pero en el sabroso guisote también hay, además de las que ya quedaron reseñadas, especias históricas de tanto vigor y color como en su día lo fueron las de los hunos, los mongoles y los godos. Todas ellas aportan su excéntrico, exótico e inconfundible aroma al cosmopolitismo de una cultura que no huele jamás a habitación cerrada, sino siempre a encrucijada abierta, y en cuyo ámbito cabe de todo menos el aburrimiento.

Otra razón son los precios, que andan aún por los suelos, aunque es de suponer y de temer que pronto dejen de estarlo en aras y a mayor gloria de la dichosa globalización, pero todo es aún baratísimo en este país de economía predominantemente rural, menos, si acaso, los hoteles, que cuestan ya lo mismo en todas partes.

Imprescindible es conocer Bucarest, una ciudad no sólo interesante, sino incluso fascinante. Mereció en su mejor momento el calificativo de «Petit Paris», y no era en vano. Queda, aún mucho en ella, pese a la infame demolición del casco antiguo perpetrada por el no menos infame Ceausescu para levantar sobre él un brontosaurio: el Palacio del Parlamento, que es –dicen– el segundo edificio del mundo, después del Pentágono, en orden de tamaño y superficie. Aún así, por ley de gigantismo y de lujo sardanapálico, merece la visita.

Todo lo que no está en Bucarest... Valga decir: el espléndido castillo de Peles en Sinaia, la Iglesia Negra de Brasov, los Cárpatos, Transilvania, la fortaleza del presunto vampiro en el angosto paso de Bran, la Torre y el dédalo de callejuelas medievales de Sighisoara, los monasterios pintados de Bucovina (que tienen forma de barco y talante de pájaro policromo a punto de remontar el vuelo), las gargantas de Bicaz y, sobre todo, la travesía del Delta del Danubio, que es como meterse en el interior de un cuadro de Patinir, como viajar por el éter, como soñar despierto, como saltar a otra dimensión.

El Danubio

El segundo río de Europa, según la largura, después del Rin, el Danubio corre por una distancia de 2.858 km, desde sus manantiales en las Montañas El Bosque Negro, hasta la desembocadura en el Mar Negro. Su cuenca tiene mas que 800.000 km2; sobre esta area viven mas o menos 80.000.000 habitantes, ciudadanos de nueve estados (Alemania, Slovaquia, Hungria, Croacia, Yugoeslavia, Bulgaria, Rumania e Ucraina).

Mencionado en Las Historias de Herodoto (484 - 425 antes de Jesucristo), el Danubio fue nombrado por Napoleón "el rey de los iros europeos".

En el territorio rumano, el Danubio corre 1075 km, los últimos; desde Portile de Fier (las Puertas de Hierro) hasta al Mar Negro, pasando por el Delta del Danubio, el mas representativo de Europa y uno de los más complejos del mundo. En Rumania, 12 distritos están a las orillas del Danubio: Caras-Severin, Mehedinti, Dolj, Olt, Teleorman, Giurgiu, Calarasi, Constanta, Ialomita, Braila, Galati y Tulcea.

El Delta del Danubio se encuentra al Norte de este litoral. Ubicado en el Centro-Este de Rumania, el Delta se formó alrededor de los brazos y las desembocaduras del Danubio. El Delta del Danubio es único en Europa. El esplendor de los paisajes, la abundancia y diversidad de la flora y la fauna han determinado a la UNESCO a incluir esta zona en las reservas de la biósfera.

Ochenta kilómetros antes de llegar al Mar Negro, el río Danubio se divide en dos, y luego en tres ramas (Chilia, Sulina y Sfântu Gheorghe), para crear un paisaje único y algo exótico.
El río, que tiene 2,860 km de largo (aparte del delta), reúne las aguas de unos 120 tributarios, serpentea a través de su amplia cuenca, mientras que el oleaje del Mar Negro repele los sedimentos traídos por el viejo "Danubius" de lejanas regiones y depositan esta rica tierra en la desembocadura del río. Y es así como, a lo largo del tiempo, se ha formado la tierra más joven de Europa, convirtiéndose en el dominio de juncos y un refugio seguro para muchas especies raras de aves, peces y otros animales.

Localizado a mitad de camino entre el Polo Norte y el Ecuador, el Delta del Danubio cubre 4,152 kilómetros cuadrados de los cuales 3,446 kilómetros cuadrados (82%) se encuentran en territorio rumano y el resto en Ucrania.

A lo largo de los años, los recursos naturales y ecosistemas del Delta del Danubio han estado seriamente afectados por la intervención humana destructiva, ya sea con la construcción de nuevos canales acuáticos para el paso de barcos o con la contaminación del río Danubio debido a desechos domésticos e industriales, pesticidas y nutrientes, la reducción de las zonas inundables (que son los criaderos naturales de peces) por medio de represas, o con la explotación inmisericorde de los recursos del Delta por medio de la agricultura, pesca, caza, turismo, crecimiento y corte de juncos, extracción de arenas.

En la década de los 40's, se tomaron medidas protectoras en cuanto a la fauna y flora del Delta; por ejemplo, las reservas de fauna Rosca-Buhaiova y los bosques de Letea y Caraorman. Cuando se creó la Comisión de Monumentos Naturales de la Academia Rumana en 1956, ya había 5 reservas cubriendo unas 40,000 ha, de las cuales tres eran para aves y dos forestales.

Posteriormente, a principios de los 90's, se creó la Reserva de Biosfera Delta del Danubio. La reserva cubre el Delta y el sistema de lagos Razim-Sinoe. Su función es preservar la diversidad genética de la flora y fauna de la Delta del Danubio, mantener los sistemas de apoyo vital, asegurar el uso sostenible de especies y ecosistemas. La reserva consiste de unas 18 áreas protegidas o de amortiguamiento que cubren 506,000 ha, donde se permite de manera restringida actividades económicas tales como corte de árboles, agricultura, corte de juncos, piscicultura, caza, y turismo.
Bucarest, Rumania

La capital de Rumania, centro cultural y económico de todo el país, fue fundada hace más de quinientos años y es el punto de partida más adecuado para una vuelta por Rumania. En los años '30, Bucarest era llamado también "El pequeño París" gracias a sus avenidas guardadas de árboles.

Una ciudad sin leyendas seria como un adulto sin infancia. Se dice que un pastor llamado Bucur, fundó una aldea a las orillas del rió Dâmbovita, en un campo. Así empezó la historia de la ciudad. Aunque indulgentes con esta leyenda romántica, los historiadores demostraron que la actual capital de Rumania estuvo habitada desde el periodo del paleolítico mediano y el neolítico, debido a su posición favorable a la circulación de las personas y de los bienes. Bucarest se halla a una distancia de 60 km del Danubio, 125 km de los Cárpatos y 260 km del Mar Negro. Al principio la ciudad se llamaba "La fortaleza de Dâmbovita". Su actual nombre esta mencionado, por primera vez, en un documento datado del 20 de diciembre 1459, firmado por el vaivoda Vlad Tepes (El empalador) el que estableció aquí su segunda residencia, después de la de Târgoviste. Bucarest fue la capital de los Principados Unidos Rumanos desde el año 1859 y la capital de Rumania desde el año 1862.

A pesar del plan extenso de reconstrucción de los años '80, Bucarest es una ciudad de parques, agradable, con cafés abiertos en las aceras en verano y barcos de placer en los lagos y ríos que la recorren.

Es muy fácil encontrar su camino en Bucarest. La red del metro está extendida en toda la superficie de la ciudad y el precio para un viaje es único. Las principales avenidas recorren la ciudad en dirección norte-sur, del Arco de Triunfo hasta el Centro Cívico, intersectadas por otras avenidas que van del este al oeste. Calea Victorei (la calle de la victoria), hallada a continuación de la Avenida Kisseleff es el lugar preferido de los bucarestinos para paseos en las noches veraniegas.

Esta ciudad, conocida como la pequeña París, fue famosa por su vida intelectual a principios de siglo y hoy en día mantiene un gran encanto. Ha sobrevivido con elegancia al paso del tiempo y, lo que es más difícil en esta zona del mundo, al paso de la historia: en los años 70 el dictador comunista Ceausescu estuvo a punto de arrasarla para crear una ciudad más acorde con sus delirios de grandeza. No lo consiguió y Bucarest ha logrado salvar gran parte de su herencia secular.

Bucarest ofrece de todo pero en pequeñas dosis: herencia comunista, reliquias culturales, templos de modernidad... El truco consiste en perderse por sus calles arrancándoles secretos como los que durante años escondía el actual Hotel Hilton, antes conocido como Athenée Palace. Este fue durante años el hotel oficial del régimen comunista, y era de sobra sabido que en todas sus habitaciones había micrófonos escondidos y que una multitud de espías pululaba por sus salones. Hace un par de años se remozó por completo eliminado todos micrófonos y de paso a los espías. Hoy es considerado como el hotel más lujoso de Rumania.

No es el caso del Hotel Bucuresti, en tiempos pasados el segundo hotel más prestigioso de la ciudad. Sus propietarios no han hecho nada por rejuvenecerlo y en la actualidad posee un decadente aire comunista estilo años 60: muros panelados de madera, pilares de mármol y techos pop-art en el hall de entrada donde se aburren prostitutas exageradamente maquilladas.

Si hay algo que resulta particularmente agradable para los extranjeros, es lo bien y lo barato que se come en Bucarest. Si se es medianamente romántico ¿quién podría rechazar la idea de cenar rodeado de pan de oro y frescos, escuchando sonatas de piano a la luz de candelabros?

Para esto lo mejor es acercarse a Casa Vernescu, un antiguo palacio en el corazón de Bucarest que transporta al comensal a una época dorada. En los salones palaciegos se puede degustar un exquisito solomillo con foie-gras fundido. Si lo que buscamos es algo más intimo, no hay más que ir al Bistro Atheneu es el restaurante más popular de Bucarest. Su menú de cocina tradicional rumana varía todos los días. La decoración es acogedora y un dúo de violines ameniza la velada.

No todo es comer o dormir en Bucarest. Durante los años de comunismo la población no tenía ningún tipo de entretenimiento por lo que se vivió un florecimiento del teatro, el ballet y la música. En Bucarest se puede disfrutar de música clásica y de opera a precios muy asequibles.

En el Atheneum, un original edificio circular de estilo modernista, se pueden escuchar todos los días conciertos de muy buena calidad por un precio mínimo. El edificio es en sí es una joya: las escaleras de acceso tienen forma de caracola y la sala de conciertos está decorada con frescos que representan la historia de Rumania. El edificio de la ópera no es tan espectacular, pero sería una pena perderse excelentes versiones de La Bohème, Carmen o La Traviata desde un palco por pocas monedas.

Aquí encontrará edificios públicos imponentes, como por ejemplo el Museo Nacional de Historia y el Palacio de Correos, y hacia el cabo sur de esta avenida está el parque Cismigiu. La avenida Magheru está paralela a la Calea Victoriei y en ella se encuentran agencias de turismo y de las compañías aéreas, cines y hoteles.

Es sorprendente la mezcla ecléctica de estilos arquitecturales de Bucarest, empezando con la Curtea Veche (el patio viejo), las ruinas del palacio de Vlad Tepes del siglo XV - el fundador de la ciudad y al mismo tiempo la fuente de inspiración para el personaje de Drácula -, pasando por iglesias ortodoxas, villas en estilo Second Empire, hasta la arquitectura estalinista pesada del período comunista y el Palacio del Parlamento, un edificio colosal, con seis mil habitaciones, la segunda como grandeza en el mundo después del Pentágono.

Merece visitar a Bucarest mismo si no es más que sus museos, especialmente el Museo de la Aldea al aire libre en el parque Herastrau, cerca del Arco de Triunfo. Aquí verá ejemplos de la arquitectura y de la artesanía popular de toda Rumania, incluso las famosas iglesias de madera del Maramures.

Otros lugares recomendados son el Museo Nacional de Arte, que se halla en el edificio del antiguo Palacio Real, el Museo Nacional de Historia, en la Calea Victoriei, que reúne la magnífica platería del tesoro nacional y la Curtea Veche, con su iglesia pintada del siglo XVI.

En la cercanía está la espléndida Iglesia Patriarcal, construida en 1657 y que ahora hace una nota contrastante a la modernidad de todo el Centro Cívico. Y no den un rodeo a la iglesia Stavropoleos cerca de la Curtea Veche, verdadera joya de la arquitectura ortodoxa rumana. Si tiene la suerte de hallarse en una de estas iglesias durante un bautizo o una boda, asistirá a una ceremonia inolvidable.

La vida artística de la ciudad fue siempre a la altura de su apodo parisino, y hoy está más activa que nunca. La Opera nacional siempre guarda un repertorio clásico - Puccini, verdi, Rossini, Mozart.

En el espléndido edificio en estilo neo-clásico del Ateneo Rumano tienen lugar conciertos internacionales o sostenidos por la Orquesta Filarmónica George Enescu. Sin embargo, el precio de los billetes es inferior a los de otros países.

Bucarest está rodeado por bosques y lagos, y los antiguos palacios y monasterios que se encuentran en este paisaje tan pintoresco realzan su belleza. El monasterio de torrejón de Snagov que data desde 1408 es muy apreciada por los bucarestinos que practican deportes náuticos en el lago.Así podemos ver que la capital del país ofrece un extenso y rico recorrido en el cual cada viajero seguramente disfrutará de alguna actividad afín a sus gustos.

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