El origen del fascinante mito del no-muerto se remonta a la Edad Media, a las regiones eslavas y los estados bálticos de Europa del Este. El nacimiento de la configuración del mito podría tener su origen en varios hechos históricos, como la existencia de una rara enfermedad relacionada con la pigmentación de los glóbulos rojos que producía en el enfermo llagas sangrantes en la piel con sólo una breve exposición a la luz.
Hay leyendas que relacionan el origen de los vampiros a una secta cristiana cuya máxima residía en que proclamaban conocer el secreto de la resurrección de Cristo. Este grupo fue expulsado de Palestina para asentarse en Europa Central donde tomaron poder como señores feudales. Es aquí donde la versión histórica de nuestro personaje toma forma. El hijo de un príncipe transilvano conocido como Vlad Dracul, y que reinó durante el S.XV, fue apodado Drácula. Su padre fue un héroe para su país y destacó por defender su reino contra las invasiones Turcas. Sin embargo, pasó a la historia por demostrar su crueldad con sus enemigos, ganándose así el sobrenombre de Vlad Tepes (el Empalador). Así, los adversarios del Príncipe de Valaquia eran ensartados vivos en afilados mástiles una vez les había torturado cortándoles pies y manos. Estas historias fueron contadas por monjes que transformaban y enriquecían los hechos para hacerlas más aterradoras. Una de estas historias contaba cómo el Príncipe Vlad tenía costumbre de comer rodeado de cadáveres y moribundos. Mojaba el pan en la sangre de los cadáveres que sus sirvientes recogían en un cuenco. De esta manera fue forjándose el mito del no-muerto sobre una base de hechos reales.
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